El cáncer sobreviene como enfermedad incapacitante grave y de riesgo de exclusión laboral y social importante. Constituye uno de los principales problemas sociosanitarios del mundo.
Según datos del Observatorio del Cáncer, de la Asociación Española contra el Cáncer, se
estima que, en el mundo, habrá 21,6 millones de casos en el 2030, de los cuales más de
330.000 lo serán en España.
En el año 2023 se diagnosticaron más de 295.000 casos nuevos, de los cuales más de
110.000 están en edad laboral.
Los datos demuestran que, de todas las enfermedades crónicas, el cáncer es la que tiene
una mayor prevalencia de pérdida de trabajo. El riesgo de estar en desempleo aumenta un
34% en supervivientes de cáncer frente a la población general en el mundo (de Boer A.G,
Taskila T, Ojajarvi A, van Dijk F.J y Verbeek J.A., 2009).
Hoy en día se sabe, sin lugar a duda, que el diagnóstico de cáncer implica un impacto
psicológico importante en la mayoría de las personas. No obstante, en consulta también
nos encontramos con pacientes que nos comentan que “el menor de sus problemas es el
cáncer en sí”, confían en los tratamientos y en el equipo que les lleva, pero la problemática
económica y social que acarrean estos procesos de bajas largas, gastos económicos
importantes, despidos, discapacidad… hacen que su estado psicológico y emocional y, por
ende, su calidad de vida, se vean seriamente afectados.
El papel de la psicooncología es fundamental en el proceso oncológico, la literatura y los
años de experiencia acompañando a personas en su proceso, me hacen afirmar que así es.
Los psicooncólogos somos pieza fundamental en el equipo de tratamiento y acompañamiento, ya no solo en los primeros momentos tras en diagnóstico, donde un maremágnum
de emociones y acontecimientos pasan como un tsunami por la vida de una persona, sino
a lo largo del proceso de tratamientos y tras ellos, donde la vuelta a la rutina se torna, en
muchos casos, como algo difícil de abordar.
El poder incorporarse al trabajo supone para la persona un aspecto muy importante ya
que, entre otras cosas, implica una estabilidad económica y una “vuelta a su vida”. Algunos
pacientes con cáncer son capaces de continuar trabajando mientras están siendo tratados, muchos otros vuelven a trabajar después del tratamiento y un porcentaje nada despreciable, el 30%, no lo hará. Para la mayoría de nosotros el empleo supone un recurso social y económico, en el paciente oncológico supone, además, la oportunidad de reconstruir su vida tras la enfermedad y le permite ganar confianza sobre su salud y su estado psicosocial (Molina R y Feliu J. 2010).
Démonos cuenta de que más de 22.400 personas diagnosticadas de cáncer en 2023 se
encontraban en una situación laboral vulnerable, 8.685 se encontraban en situación de desempleo (5.408 con prestación y 3.277 sin prestación) y 13.722 eran autónomos.
Asimismo, y en relación con esto, se ha encontrado que, dentro de las principales dificultades, a nivel laboral, que se pueden presentar en las personas diagnosticadas de cáncer, muchas guardan estrecha relación con el componente psicológico-emocional. Lo cual refleja la importancia del abordaje psicooncológico en este tema.
Y no nos olvidemos que, tras un diagnóstico de cáncer, hay una persona y su familia la cual
también se ve afectada muchas veces a nivel laboral. Los datos del estudio del Observatorio del Cáncer del 2018 muestran que el 6,8 % de los cuidadores han perdido/dejado el trabajo por la enfermedad (sin contar bajas laborales) y el 2,2% ha cambiado de trabajo por causa de la enfermedad.
Alrededor de 25.000 personas con cáncer en España entran en una situación de clara
vulnerabilidad. Se ha visto que los colectivos de mayor riesgo son los trabajadores autónomos, los trabajadores que a lo largo del proceso pasan al desempleo o les sobreviene el cáncer en esta situación, los trabajadores con bajos recursos, y las mujeres.
El contexto mundial del cáncer, y las previsiones para el año 2030, hacen que el cáncer se convierta en una prioridad en la agenda social y política de los países. De manera que se torne completamente necesario el abordaje ya no solo de la enfermedad, sino también de las necesidades psicológicas, sociales y laborales de los pacientes y su familia y que así tengan la relevancia que merecen en procesos de decisión e iniciativas públicas.
Además, es necesaria una educación pública y profesional para la desaparición de los
llamados “mitos” del cáncer y soluciones legales para la igualdad de oportunidades, en las
que se valore a la persona por sus capacidades y no por sus antecedentes personales. En
otros países ya existen leyes que favorecen la protección de los pacientes con enfermedades crónicas entre los que están, específicamente, los supervivientes de cáncer (Schultz P.B.M, Stava C y Sellin R., 2002).
Ante este panorama, la psicooncología se muestra como pieza clave para favorecer, por
un lado, el afrontamiento eficaz del paciente, ya no solo al proceso oncológico, sino a SU
VIDA, que va mucho más allá del cáncer, y por otro, formando parte de los equipos psicosociales que diseñen planes de actuación para resolver dichas necesidades psicológicas, sociales y laborales.
Elena Jiménez Suárez.
Psicóloga Sanitaria y Psicooncóloga. Coordinadora de la Sección de Psicooncología y Psicología en Cuidados Paliativos de Málaga.
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